domingo, 22 de marzo de 2009

Créeme



Créeme, cuando te diga que el amor me espanta,
que me derrumbo ante un "te quiero" dulce,
que soy feliz abriendo una trinchera.
Créeme, cuando me vaya y te nombre en la tarde
viajando en una nube de tus horas,
cuando te incluya entre mis monumentos.
Créeme, cuando te diga que me voy al viento
de una razón que no permite espera,
cuando te diga: no soy primavera,
sino una tabla sobre un mar violento.
Créeme, si no me ves y no te digo nada,
si un día me pierdo y no regreso nunca.
Créeme, que quiero ser machete en plena zafra,
bala feroz al centro del combate.
Créeme, que mis palomas tienen de arco iris,
lo que mis manos de canciones finas.

Créeme, créeme, porque así soy y así no soy de nadie.

Vicente Feliú.

jueves, 12 de marzo de 2009

Nosotros


No estamos enamorados, y es una lástima: podríamos entonces permitirnos infinitas y dulces imprudencias. Escuchándote recordarla entendí que jamás atesorarás el olor de mis cabellos ni escribirás una oda al lunar en mi labio inferior. Está bien. Puedo vivir con eso.

Nos amamos y, aunque no es más sabroso, es infinitamente más complejo: a falta de mariposas hay que llenar la barriga de admiración y respeto por el Otro, a falta de suspiros se tiene la palabra necesaria, en tiempos de escasez de ilusiones se comparten realidades...

Te amo y no quiero cambiarlo. Te amo y no quiero cambiarte.


*No dejo de preguntarme cuánto pierdo por el miedo a tenerte.

jueves, 5 de marzo de 2009

Dicoto-mías


Hoy
necesitamos escribir. Sí, eso dije: "necesitamos". Yo y -al menos- mi otra yo, así lo sentimos.

La que sueña con tener una
casa de rejas blancas (imagen-concepto robado a Adriana, gran poeta y aún mejor amiga, ligado indisolublemente a otros conceptos: matrimonio, marido bien rasurado, hijos de calendario Gerber que juegan con perros que huelen siempre bien). Y la que anhela habitar una casa en un pueblito, en algún rincón de la maravillosa y extensa costa venezolana, con las olas rompiendo atrasito como recordatorio inequívoco de la propia condición de vivo, suficientes chinchorros pa'los amigos y matas bien verdes con las que conversar en la madrugada.

Pero entiendo que esto no es más que un escape oportuno o una disculpa elegante... las dicotomías son demasiado simples y, en esa misma medida, falsas; para bien o para mal -para mayor enredo, en cualquier caso-
soy ambas. Amo la idea de "EL CAMBIO", ése grande, estructural, generacional; pero odio los cambios, esos cotidianos y antipáticos. Soy tradicional, cómoda y cuadriculada... y no me siento orgullosa de ello.

En un ataque de valentía, hace algún tiempo, escogí un camino sembrado de incertidumbres lejos de todo lo conocido. Tal vez creí que sería el único salto a ciegas que habría de dar. Huelga decir que no ha sido así. Ayer me avisaron que debo mudarme de nuevo (por cuarta vez en poco menos de cinco años) y la verdad es que siempre creí que no quería estar aquí, pero hoy descubro que odio más la idea de la mudanza y su constelación de pequeños dramas: apreciar cuánto crecen mis pertenencias (
cuánta mierda innecesaria tengo), devolver las cosas prestadas (y volver a ver a quien las dejó), clasificar los recuerdos por cajas con etiquetas, explicarle a mis matas que no se asusten, que estaremos bien... y convencer a algún perfecto desconocido de que no por joven soy un desastre, al menos en los términos convencionales (estados de cuenta, notas de la universidad y cartas de referencia de por medio).

Sé que algún matiz de la paleta que soy se sentirá aliviada del peso de la costumbre que empezaba a instalarse, encontrando señales inequívocas de buenos augurios y el empujoncito necesario para emprender nuevos rumbos, y guiñándole el ojo al futuro que ha de ser mejor porque lo elegí, sea consciente de ello o no -
el azar selectivo, según Borges-.

Pero no hoy. Hoy la idea de la mudanza es triste porque, una vez más, coincide con la salida de alguien de mi vida y el fin de una etapa. Ahora tiene sentido, tal vez sigo odiando el apartamento pero amé estos meses de vida compartida que me susurran las paredes. Suficiente catarsis.

Este tubérculo desterrado necesita también llorar un poco y dormir.

Mañana será otro día.
Espero.

lunes, 2 de marzo de 2009

Testamento


Si después que muera, quieren escribir mi biografía.

Nada hay de más simple.
Tiene sólo dos fechas: la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra todos los días son míos.

Fernando Pessoa.