martes, 14 de abril de 2009

De mirar y otros contactos


Salí de clase con una pregunta girando incesante en mi cabeza:

¿es acaso la mirada una forma de contacto físico?

Siendo ortodoxos tendríamos que admitir el hecho cierto de que -por intensa que sea la mirada- dos personas que sólo se miran, no se tocan.

Ahora bien, ¿cómo explicar, entonces, aquellas miradas que indiscutiblemente poseen atributos propios de los sólidos?

Porque hay miradas que pesan; como cuando vas en el metro y ante la presión en la nuca volteas y descubres a algún perfecto desconocido que no deja de mirarte. También hay de las que se sienten como un soplido, "un rabo de nube que se llavara lo feo y nos dejara el querube", cantaría Silvio. Hay miradas que desnudan, que golpean, que acarician, que escudriñan, que reconstruyen... las hay frías como la indiferencia misma y tibias como el vino tinto, que calienta pero no quema. Vienen también texturizadas y a gusto cual rodillos con efectos para pintar las paredes: ásperas, suaves, ondeantes, surcadas, llanas, quebradas, entramadas, continuas, flexibles, aterciopeladas, resecas...

Mamá solía prevenirme ya que "hay miradas que tumban cocos"; otros sueltan de vez en cuando el popular "si las miradas mataran", y a los niños se les indica que "se mira con las manos y se toca con los ojos".

Tú decías que en mí habitaba la mirada más dulce que hubieras podido encontrar. Yo, que me conozco bien, lo dudo, y en cambio, prefiero la tuya de niño recién nacido que abre los ojos con ansías de mundo, sin pestañar, como quien ve un milagro.

Menos mal que las miradas no tocan...
las manos duelen menos.

Pd: no había notado que el post anterior iba también sobre las miradas... perdonen el lugar común, algo debo tener revuelto.

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